miércoles, 2 de mayo de 2007

El vocabulario, amigo carcelero y traidor a la memoria

Sería hermoso descubrir cada día una palabra nueva. Descubrirla y adoptarla, acogerla entre mis brazos y los arcos de mi cerebro, darle cobijo entre mi vocabulario y utilizarla en el día a día de mis pasos.

Sería esto una hazaña cuya magnitut me sobrecoje, acostumbrado como estoy al olvido, al uso reiterado y cargante de algunas palabras y giros, expresiones y frases, que he hecho mías en exceso. Hasta al punto de que a veces me siento de ellas y me acostumbro a sentirme obligado a caer de nuevo en su uso, ya sea por costumbre, belleza, pereza o desconocimiento.

No me puedo considerar pues un hombre sabio, y reconozco que a veces releo entre mis textos palabras cuyo significado yo mismo desconozco con la claridad que desearía. Palabras de las que no sé si enorgullecerme, por el conocimiento parcial que de ellas tenía o tengo cuando las usé en un momento, en un contexto y con una intención; o si avergonzarme por no poseer la seguridad agradable de una definición estricta o pseudoestrica, o mínimamente expresable.

Tampoco me siento un crío necio y acomplejado, un salvaje encerrado en una bolsa que desconoce los sonidos más allá de los ecos propios, de los saludos de los cobolsàneos y de las palabras ajenas y incluso lejanas que de vez en cuando, con ritmo azaroso y desconcertante, entran en la bolsa para retumbar sus cuatro paredes (si es que son cuatro o siquiera pueden considerarse paredes a los límites difusos y abstracots de la bolsa descrita). Soy pedante y ingenuo, alegre y deshinibido a la hora de aceptar términos o incluso acuñarlos con la valentía de un niño o de un profesor exquisitamente respetado.

Soy un pseudointelectualoide de memoria escasa y compleja que absorbe temporalmente algunos conocimientos, palabras o juegos y los explota mientras le permanecen en la memoria, mientras aún comprende su uso (aun si a veces no lo comprende más alla de lo accidental y concreto, de lo aparantemente utilizable).

¿Porque explico esto? ¿Por que este devaneo por mi gusto por las palabras y los disgustos de su uso yo mismo me traigo? No tengo una razón clara, ni sé siquiera si era éste el objetivo de este texto cuando hace unos minutos he pensado y escrito que sería maravilloso descubrir nuevas palabras a diario y apropiarse de ellas de manera definitiva y completa. Tal vez la idea nazca de haberme encontrado de nuevo leyendo en mis propios poemas palabras cuyo significado desconozco y cuyo uso en su contexto apenas puedo intuir sin sentir seguridad ninguna porque su uso sea adecuado y no el error inocente y pedante del niño de 16 años que escribió aquellas palabras.

Tal vez escribo esto porque es la única idea que me ha salido así, de improviso, sin pensar ni un segundo en premeditar en contenido de este texto. Porque me aterra la idea de volver a rendirme sin dejar nada publicado y me niego a desear un texto mejor, o con mejor sentido. Tal vez porque el texto es bastante inocuo como para jugar a romper los secretos. Tal vez por delirar un poco.

Ni lo sé ni me importa, pero seguro que en estas palabras encuentro mi reflejo y eso, porque negarlo, es lo único que deseo ahora mismo.

Un saludo, un abrazo y diez mil delirios de este soñador de mirada ausente y tiempo malgastado.