miércoles, 1 de abril de 2009

Entrevista con el vampiro

Cerrar los ojos por un instante, oler el aire fresco y humedecido por la lluvia, respirar profundamente y sentir el frío alcanzarte los pies. Un murmullo en tu mente te anima a seguir y, sin pensartelo dos veces, empiezas a caminar, dirigiéndote al lugar donde esperas encontrarte con ella.
Sientes un temblor en los pies, un movimiento lígero en las rodillas que te invita a pararte y pensar, a caer, a temer por tu propio equilibro. Pero no le vas a hacer caso, ahora que te has decidido a caminar sigues con tu paso decidido y creas en tu mente una canción antigua que te anima a seguir y te enternece con un halo de romanticismo. Hoy puede ser un gran día, te has dicho, y no quieres parar de andar.
¿Qué encontrarás en la plaza, en el banco donde habeis quedado? Tal vez su sonrisa, sincera y abierta, recibiendote de nuevo, invitándote a luchar por recuperar lo que era tuyo, lo que aún sientes tuyo en cierta manera pese haber dejado marchitarse. Tal vez te encuentres una mirada esquiva, una actitud entrecortada y dudosa, la muestra de la distancia impuesta por la mente, mientras que en el corazón (quizás) algún latido sigue apostando por tí. Tal vez, no obstante, te reciba con rencor, y debas defenderte como puedas de sus reproches, de sus ataques, de su justa venganza. Tal vez, puede que seguramente, ni siquiera la encuentres allí donde la esperas y debas quedarte esperándola en silencio, temeroso de su ausencia casi segura, por si no es que no viene y simplemente llega tarde. Quizás mil otras opciones que ni siquiera eres capaz de pensar mientras recorres los pocos metros que la separan (si está) de la salida del metro.
Y qué decirle. Y cómo intentar conseguir que las cosas vuelvan a su cauce, que sus labios vuelvan a los tuyos y vuestras vidas se vuelvan a entrelazar. No los sabes, y ni siquiera pretendes saberlo, o intentar inventar una manera, una táctica. Improvisarás delante de ella, intentarás recuperarla en un combate dialéctico en el peor de los campos, frente a una adversaria que consigue que tu mente, tu alma, tu cuerpo, tus sueños, tu vida, tú, te estremezcas, sientas, llores, sufras, rías, quieras, ames, lamentes y pierdas tu autoestima al mismo tiempo que la elevas a los cielos. Y todo eso, no puedes negarlo, a la vez y en un sólo instante. No sabes como lo harás y dudas que consigas cualquier cosa.
Y ¿por qué?. Te preguntas para qué quieres recuperar una relación con la que nunca has estado del todo convencido pero que te ha ofrecido los momentos más felices de tu vida. No sabes por qué, pero aunque tus recuerdos estan repletos de discusiones, sufrimientos o malos momentos, en este instante sólo puedes recordar la calidez de sus abrazos, la belleza de su rostro, la ternura de vuestros días. Ahora mismo sólo quieres recuperarla y cuando te miras al espejo sólo ves un pedazo de vacío, la sensación de angustia y el deseo de volver a besarla.

viernes, 27 de marzo de 2009

Algo (por poner algo)

De repente un recuerdo, una mención suelta y sin contexto, me lleva de nuevo la mente a este lugar, a este rincón. Y al sinónimo anónimo, a mí mismo disfrazado con un retal de máscara, con un conato de sigilo, con apenás un eco, un sueño, de lo que sería la discreción o la privacidad real.

Y no me he atrevido a mirarlo, a releer mis escritos como tanto me gusta, porqué me aterroriza la idea de descubrime y sentir ternura, de desear leerme de nuevo o de, lo peor posible, sentir añoranza por aquello que no soy, por aquello que no sé si fui y que tal vez nunca seré.

Por tanto, sin saber por qué y sin casi nada que decir, me encuentro escribiendo en este sitio, tratando de llenar mi silencio con disculpas o lamentos, con palabras que siempre son medio llenas o medio vacías. ¿Y para què? Para no dejar que este lugar se pierda totalmente en el olvido, para mantener un hilo de esperanza... si puedo llamar esperanza al deseo de mantener un lugar donde esconderse, al deseo de esconderse de vez en cuando, que aun me dura y cada vez más.

Sigo aprisionado en mi propio mundo, en las reglas que acepto y fomento. Y el deseo de huir (sea hacía atrás o hacía delante) se ha convertido en una de mis maneras más constantes.

Este soy soy y és quien escribe. Pero no sé porqué, mientras lo hago, aunque sea por un solo instante, me siento feliz.

Bienvenida sea la felicidad.

Espero que sea contagiosa y os la pasé a todos.

Atentamente.

Yo.