martes, 6 de marzo de 2007

Otra discusión, más secretos y la vida que intenta cambiar.

Vuelvo a este diario que ya tengo medio abandonado sin poder renunciar a cierta tristeza en el rostro. Sé por què vuelvo, porque el devenir de la vida me ha llevado a nuevas discusiones, por la inestabilidad de mi vida amorosa, por el pánico que me da el silencio, por el miedo al secreto que me piden que guarde.

Soy un hombre de decirlo todo, de ser sincero a pies juntillas, de no negarlo. Soy una persona a la que le gustaría ir de cara pese a que por su caràcter débil y su talante tímido acostumbra a decir las cosas con la mitad de las palabras. Pero no con medias palabras, si usted me entiende. Cuento mis desdichas y algunos de mis pecados y extravagancias. Mis errores los detallo como anécdotas crueles y no temo explicar pinzeladas de vidas ajenas.

Y sí, tampoco lo niego, guardo en lo más profundo de mi alma secretos insondables y por vergüenza a veces me dejo seducir por el silencio hasta que las lágrimas própias me invitan a confesar.

Pero ahora una persona ajena, la de siempre (porque no puedo dejar de pensar en este detalle con un acento claramente peyorativo), me vuelve a atacar porque hablo de cosas, porque no me escondo, porque confieso y aclaro, porque explico mis porqués y mis peros. Ella me exige que mi voz sea su voz, pero sin ella, parapetándose en la tranquilidad de un supuesto anonimato. Y soy yo el que peca cuando a sus palabras les da su nombre. Tal vez no debiera haberlo hecho, lo sé, cada uno es libre de guardar su alma en una caja si lo prefiere y no soy yo quien para airear las palabras ajenas sin su obvio o explícito permiso. Pero tampoco se me negó que lo hiciera, y la prohibición me sigue doliendo de manera exagerada. Quiero ser libre de decir lo que pienso, y porque lo pienso. Aunque la causa sean las presiones de otro. Y quiero poder explicarle a la gente que quiero y me quiere los detalles de mi existencia. Aunque sea un amante del silencio no lo soportaria como voto, como el voto que ella me ofrece.

Y ahora otra vez las discusiones, mails telegráficos y conversaciones cortadas. Y mi alma hecha jirones. Y unas ciertas ganas de huir que ya sólo pueden ser hacía adelante. Y mi mente cada vez más confusa. Y la vida que tiende a complicarse. Espero que esto se solucione, pero a veces me pregunto si esto es vida.

Un abrazo